jueves, 13 de octubre de 2016

La Primavera que nunca existió (No sonrías, por favor)

Julieta estaba enterrada en el jardín. Las flores ya cubrían el terreno, y las hormigas habían hecho de su hogar la tristeza.

-Creo que me estoy muriendo.

Nadie la escuchó. Estaba en la última fila de aquel teatro de asientos llenos y a la vez vacíos .La gente vacía por dentro que siguió riéndose de la escena que contemplaban. Y otra vez la bomba explotando. Y otra vez tú.
El buzón comenzó a temblar con el movimiento de las piernas que tejían sin parar.  La red cubría aquella casa donde algún día Julieta vivió.

.-De verdad, creo que me estoy muriendo.

Y decía la verdad, pero nadie la escuchó. Las cortinas estaban cerradas y el silencio huía entre ellas. El agua goteaba sin parar y la mañana sangraba. Y Julieta seguía tumbada en la cama, sin querer despertar.

-La próxima vez sonríe al invitado.

¿Pero y si directamente no quería sonreír? ¿Y si no le apetecía? ¿Por qué aquella obligación? ¿Quién obligaba a las aves volar? ¿Quién obligaba a la vida a matar? Quizás el concepto de libertad era erróneo y sus pasos estaban dirigidos por una fuerza inmaterial.

-Desátame las cadenas, por favor.

Aquellas palabras resonaron en la habitación mientras ella miraba el reflejo abstracto en aquel espejo roto. Roto como ella. Roto como su vida. Roto como él. Pero él no existía, por lo menos no en su vida. Se había equivocado de libro, allí la libertad no existía. Y Alicia hacía tiempo que cayó en la madriguera. Nunca la encontraron. Cadáver mojado. Puta libertad.
Las huellas en la arena mojada comenzaban a borrarse. Lo único que podía hacer es seguirlas. Pero Julieta ya estaba perdida, se había adentrado demasiado en las aguas grises de noviembre.

-No escuches a las sirenas, te arrastraran a las rocas.

Julieta nunca las oyó. Solo pudo escuchar el viento crepitar y las olas avanzar sin miedo hacía la costa más cercana. Quería oírlas para poder volar como Ícaro. Si aquella carta hubiera llegado todo sería diferente.
La obra de teatro aún no había acabado y la gente comenzó a marcharse. Cuando uno escucha la verdad huye hacía otro lugar, y en aquella obra había demasiada verdad. Y demasiada mentira. Julieta había oído muy poco, y demasiado a la vez, por eso siguió sentada en la última fila esperando a que las luces se encendieran y poder huir.
La tumba ya había sido cavada hacía tiempo, desde aquel 3 de Abril en el que la carta tenía que llegar. La historia había perdido el sentido y la orquesta había dejado de tocar.

-He dicho que sonrías al invitado.


Romeo nunca encontró la marca del árbol y Julieta se equivocó de frase en la escena final. Quizás fue el invierno que la congeló, o la puta primavera que nunca existió. El caso es que Febrero no pudo hacer otra cosa que despedirse de ella en aquel jardín lleno de alas, como las de Ícaro.  Al final la muerte fue una mentira más de aquel libro incierto.


Busca despeinarte con tus lágrimas


La estancia es larga, angosta y fría, de piedra monumental, maciza.
 La luz entra tartamuda y simbólica.
Piezas de madera compactas, no son cálidas, no son como en casa.
 El silencio inunda cada rincón y tus pasos suenan a quejido.
Miles de ojos te miran desde distintos rincones, capturan tus movimientos sin posicionarse ellos.
 Las gárgolas consiguen ese extraño efecto.
Sal afuera atrapa un barco y capta otro destino.
 No sentirás el vacío, no sentirás la soledad. Nada va a dar tanto miedo como el no tener sentimientos con los que comparar.
Hasta ahora has sido frío y formalismo, paz y conformismo, calor en cautividad y lucha sin honor.
Busca despeinarte con tus lágrimas, calma en tu fuego interno y brinda con las dificultades. 
Notre dame seguirá viva, ella ya no te necesita, desatate, haz de tu desventura tu nueva aventura. 
Encuéntrate.