sábado, 11 de julio de 2015

Los niños lloran en el jardín. (Un parisino nunca terminó de escribir y Alison sabía que todos íbamos a morir.)

Las tumbas sin nombre. Los arboles sin ramas. Todas esas cosas que carecen de sentido.  Como nosotros.

El cuerpo de Alison. La hierba aplastada y la eterna oscuridad que amenaza a los árboles. La soledad de un parisino que escribe en un café. El café que lleva demasiado tiempo enfriándose. Como el cuerpo de Alison.

Los pájaros que siempre sobrevuelan un cadáver para devorarlo. ¿Pero quién dijo que Alison estaba muerta? ¿Por qué crecían niños muertos en el jardín si la primavera no había llegado aún?

Alison no estaba muerta, solo había sido apuñalada. El lunes que traiciona por 30 monedas. La vida que decide no estar de acuerdo con las decisiones tomadas. Alison no conocía la libertad. No éramos libres.  La vida siempre decidía el final de cada acción, impidiendo la elección de su propia muerte.  Los niños seguían creciendo, abrazando con sus ramas la casa, destrozando con sus alas la mañana. La inversión de los colores, que crea un caleidoscopio  infinito donde se pierden las naves.

Y se volvieron adultos, a la vez que llegó el sábado. Y el domingo dejó de existir. Como  dejaron de existir las almas de todas aquellas personas que negaron la existencia de todos esos aleteos. Y Alison despertó, buscando el aliento que le faltaba. El último aliento, el último deseo. Pero no vale la pena desear, si al final lo único que se cumplen son los años.

-No me eches las cartas, ya sé  que voy a morir.

Nubes de tabaco que indican el camino a seguir. Y aquellos jóvenes que corrían desnudos por la playa. Quizás el tiempo se tuvo que haber parado haciendo eterno ese momento, el único momento en el que Alison conoció la felicidad. Pero la puñalada era inevitable. Y hay demasiados lunes en la vida.

-Por mucho que inviertas los colores siempre existirá el gris.

Gritos. Eso es lo que aún queda en el jardín. Gritos y el cuerpo de Alison. Frio y gris.



Mirando el vacío...

Mordiéndome la lengua, mordiéndote la lengua... Al final, acabamos sangrando todos los gritos contenidos. Al final, lo escupes de tu boca como las palabras que no dijiste...




Y mirarás al vacío con tres palabras en tu mente... Érase una vez... Esas tres palabras, que ni siquiera son una frase, pero que hablaban de una historia, la tuya, la mía...




Esa historia pasada, esas tres palabras que suenan tan alejadas, quizá podrían salvarse, quizá podríamos haber dejado de mordernos la lengua y gritarnos a la cara todas esas heridas abiertas... Quizá nos hubiéramos salvado y ahora en vez de mirar al vacío, contemplaría tus ojos...




Quizá... Quizá... Quizá... Quizá llegue un momento en el que los quizás y los ojalás, no solo sean los finales de los cuentos y los principios del arrepentimiento...



lunes, 18 de mayo de 2015

La mala suerte de clavarse los cristales. (La curva elíptica de Taniyama)

“Que a estas alturas me de miedo apagar la luz…”

Una canción de Standstill, un bucle sin fin, la curva elíptica. Las voces que no suenan, las flechas que no avanzan. Aquella serie que termino en una segunda temporada. Quizás faltaron palabras, pero los términos eran claros.

La perfección de Taniyama, su amanecer suicida, la soga no tiene fin, llega al cielo donde se prende. Puede que fuera una cuerda más de las que forman la teoría, una parte de la realidad. De su realidad.

Gritos de mala suerte mientras pasan las hojas del libro. Nunca le gustaron los finales tristes, siempre esperaba algo más. Siempre esperó algo más de sí mismo.  Era un enamorado de las ventanas rotas. De las piedras que rompían cada vidrio de las calles.  Quizás fuera porque él era el que siempre se clavaba los cristales en los pies. Gritos de mala suerte al clavarse las esquirlas en los pies.

Entre la ciudad enferma. Entre los edificios grises que se derrumban al atardecer.  Entre los dos lados de la vida la vio pasar. No era la primera vez, pero si lo fue la última. El hombre del tiempo no había previsto aquel encuentro,  y por lo tanto aquella tormenta. Semáforo en rojo. La vida se para. Y todo se rompe.

Otra vez cristales. Rompiéndose en su interior. Miles de fracturas. Es entonces cuando la sangre comenzó a brotar por todas partes. Las heridas nacían sin parar, que mala suerte. ¿Era todo aquello real? Era imposible de saber, pero todos aquellos cristales rotos fueron enfocados a la luna. La luz salía por todas partes de aquel cuerpo, estaba ardiendo. Era una escena preciosa, era la perfecta simetría de la que hablaba Taniyama. Una constelación más a la que un astrónomo puso nombre.


Las mariposas quemaron todo mientras creaban los hilos de la realidad. Solo un fino hilo separaba lo real del engaño. El mago que hace desaparecer a su ayudante y no puede hacerla regresar. El corazón roto del truco mal efectuado. Los reyes en sus tumbas. Las luciérnagas que se apagan. Taniyama estaba muerto y ellos demasiado vivos.


Amapola Fría


Solamente sé que no puedo dejar de pensar en ti, que el tiempo que soporíferamente lento  se mecía antes en una humilde cuna, se ha convertido en un glorioso y huracanado estruendo.

Sé que los cristales roídos de esta habitación cada día se nublan más con el vapor de nuestros cuerpos, pero también sé que estos esperan para hacerse añicos el día en que te hayas marchado.

Porque estoy convencida que te irás, que no me explico cómo te quiero tanto y tengo esa seguridad de que partirás por esa puerta que ya no es mía y me dejaras sola como una amapola fría.

Que sé que tus latidos son el sonido más dulce que he sentido, que no me olvidaré del caminar de tus dedos por mis manos trazando la luna, tu luna, que ya no será vista cuando el brillo de tus rayos me dejen marchita.



miércoles, 22 de abril de 2015

2 A.M: El Caso de la mujer que decidió volverse un laurel. (Ya ha amanecido y las persianas siguen cerradas)

“May nothing but hapiness come through your door…”

-La otra noche oí  cosas sobre ti.

Colgó el teléfono. Otra vez la había llamado. Ella se dirigió al baño y cerró el grifo que estaba llenando lentamente aquella bañera de agua caliente. Se desvistió y se introdujo en ella. Notó el agua caliente rozando su piel que poco a poco se iba hundiendo. Una vez su cuerpo estuvo sumergido, ella alcanzó la barra de labios que había  dejado en el suelo y se pintó los labios lentamente. Luego, comenzó a pintarse la cara mientras lloraba silenciosamente, muda.

Sumergió su cabeza en el agua.  Dejo atrás los sonidos y cerró los ojos. Notaba que el mundo había desaparecido. Que sus deseos se habían cumplido.  Que solo existía ella en aquel universo propio que acababa de crear. Abrió los ojos y vio el exterior a través de aquella capa de agua. Parecía que estaba lejos, muy lejos, como si hubiera caído en un oscuro océano y cada vez se alejaba más y más de la superficie, de la materialidad del mundo. Por fin se sentía libre y completa. Allí en la soledad de aquel universo infinito. Su única amistad era la noche. Si gritas en la noche nadie te oirá.

Su piel se resquebrajaba  mostrando su interior. Capas y capas de piel se caían.  Al caer, las raíces las alcanzaban atrapándolas entre sus fibrosas extremidades.  De aquellos trozos de piel, comenzaron a surgir flores muertas que desprendían sus dulces fragancias de muerte por la habitación. Estaba en un limbo.

Abrió los ojos y vio como aquellas raíces reptaban silenciosamente por sus piernas, agarrándose a su piel y clavándole las múltiples espinas. Pero no le dolía, era placer, era el placer de dejarlo todo. Aquella sensación le recordaba al encuentro entre la rueca y su dedo.  Aracne ya había muerto.
Aquellas espinas se adentraban cada vez más en su piel y comenzaban a enraizar. Se extendían por sus músculos, sus órganos, sus venas, su sangre… Notaba como cada parte de su cuerpo se iba paralizando, como se endurecían.
                                                             …
Él volvió a coger el teléfono y la llamó. Su imagen permanecía en su cabeza. Podía imaginarla con tanta realidad que parecía que en cualquier momento la pudiera tocar. Pero ella no estaba con él. Ella no quería estar con él. Le huía. Ella no comprendía su amor. Todavía podía recordar esa última conversación en la que le dijo: Déjame en paz. Me das miedo. Estas obsesionad conmigo.

Él solo podía maldecir a los dioses por aquello. Por no permitir su amor. Por hacer que ella huyera. En ese instante sonó aquel pitido que indicaba que debía grabar un mensaje en el contestador.

-Hola. Soy yo de nuevo. Como te dije la otra noche oí cosas sobre ti. Al parecer estas bien y has conseguido un nuevo trabajo. Me han dicho que trabajas en los bosques y que sigues sin encontrar el amor. Sigues sin aceptar mi amor.  Por favor hazme caso, soy yo. Siempre te amare. Soy yo, Apolo.
 Y aquel pitido volvió a sonar mientras en su cabeza se expandía el eco de aquella palabra: Tragedia.
                                                               …
El mensaje sonó en el contestador y llegó hasta sus oídos. El agua se enfriaba y ella seguía en el interior, en paz consigo misma.

Sintió como la primavera llegaba a aquel cuarto y el invierno huía por la ventana buscando el frio del cuerpo de algún ser que se había abandonado en las penurias de su propia existencia. Y ella florecía, se convertía en un laurel que años después sería la corona de algún hombre convertido en Dios al que la población adoraría, como él la adoró.

Eran las dos de la madrugada y Dafne yacía inerte en la bañera entre gruesas ramas que salían de las puñaladas de su cuerpo. Demasiadas vidas para nosotros dos.




The devil


El demonio se acerca por mi derecha cómo puedo escapar de mi futuro cuando es tan claro, él me quiere, no hay ninguna duda, puedo ver su deseo como una columna de fuego en medio de la noche. Puedo reconocer su cara y su olor, puedo adivinar el contorno de su cuerpo en la oscuridad, está consiguiendo que lo desee tanto como él me desea a mi pero no seré yo quien dé el primer paso. Él sabe que es su turno y tiene que mover ficha.

Porque siempre jugamos no lo podemos evadir, viene tatuado en nuestra naturaleza, es nuestro momento antes de que el día llegue, todavía tenemos esta noche para sostenernos. Puedo ver como se prepara para venir, no importa que yo esté esperando, ya sabe que le esperaré hasta que consiga ser suya.

Sigo conteniendo la respiración en este silencio y aunque esté comenzando a perder la cabeza, sé que le necesito tanto como me necesito a mí misma. Pero él debe hacer el siguiente movimiento sino yo seré la rechazada, no importa hasta que altura llegué el deseo. Es su turno, y el mío de rezar para que esto no haya acabado, porque la duda de si podemos continuar con esto sigue cerniéndose sobre mí.

Solo necesito probar una vez más su roce divino y la fiebre que trae consigo, junto con esos escalofríos que siempre me hace sentir. Mientras pienso, me muevo, pero las voces de mi cabeza siguen gritándome que no. Él me necesita, yo le necesito, tal vez este camino es interminable y difícil pero debemos estar siempre juntos en el juego.

Miró al demonio una vez más deseando que se mueva, es el momento de que vuelva a bailar… Y sonrió cuando siento sus labios en mi cuello.


martes, 24 de marzo de 2015

El dolor de llamarte y que la línea esté ocupada. (Un astronauta llamado orbita es una casualidad, tu solo eres una crueldad)

Mi único deseo es ser un imperio. Y desaparecer para nunca ser encontrado. Pero temo que sigan el rastro, las lágrimas, tus cigarrillos tan delicados. Dejé de llorar en ellos para que dejaran de nacer flores. Y no me valen las flores que coronan ruinas. Ya no hay emperador. Julio está muerto. Agosto no resucitó. Y quedas tu tan lejos, en Diciembre, sin el abrigo que te fabriqué con mi piel. De los arboles han brotado linternas, que iluminan las cartas que enterraste, el forense ha dicho que se suicidaron. Es un improperio hacia los astros.

Y ya no puedo volar. Prendieron mis plumas con las velas de tu entierro. Y si quiero, dejare las persianas cerradas para que no entren las cenizas de la incineración. ¿Quién ha ardido? Un ejecutivo de un edificio de Nueva York. El crack del 29 ha llegado al amor. Ríen los niños de aquel parque al ver a las palomas comer los restos de aquel que cayó. Y te advierto que no fui yo.

Y Nueva Orleans ya no es nueva. Y las baldosas siguen siendo viejas. Las fabulas brotan de las cascadas, que nacieron de los ojos de todos aquellos que sobrevivieron a la ventisca del frio Enero. Ya no llama a la puerta, ha decidido dejar su adicción, no es sano respirar el humo que desprenden otros.

Y he encontrado una órbita desconocida debajo de tu edredón.  Y tú no te diste cuenta de que ya no estaba. Quizás fue porque nunca estuve. No debería haber matado al héroe ni haber cambiado el eje de la tierra. Siento tanto cada error. Es cruel llamar amor al acto suicida de algún dios. Si los libros no están escritos no se pueden leer, aunque yo fui escrito, hace tiempo que ya me borré.

Me dijiste que encontraste una mariposa muerta en la Gran Vía y cerraste la puerta. Había muerto un policía en la otra acera y sin embargo en la mía no había restos de migas. De migas de los niños que se perdieron, de los recuerdos que se murieron, de los ancianos que nunca existieron.

El libro sigue sin estar escrito y el titulo se ha corrido, aunque tú nunca lo hayas hecho.  Llamaste “felicidad” al deber de vernos cada día, otra vez equivocabas el recordar con el olvidar.  Te dije que no era lo mismo existir que vivir, y consumiste tu tiempo en un solo sorbo de vino.


Nos llamamos Mesías el uno al otro y ninguno se clavó en la cruz de aquel aeropuerto no visitado. El dolor de llamarte y que la línea este ocupada. 


Recordando los pecados

Quiero que buscando encuentres bajo las sábanas a mi deseo despierto,
que me levantes en medio de la calle jugando a sorprenderme y
que me cuentes secretos mientras recorres cada vena de mi cuello.


Quiero tatuarme en la mente el recorrido de tu cuerpo, para que no se me olvide cuando nos separemos.


Quiero contar cada uno de tus lunares demostrando a las estrellas que existe algo más bello que su perfecta inmortalidad.


Quiero dormirme con tus besos y despertarme con ellos, susurrándote al oído lo mucho que te quiero.


Y por querer quiero sentir tu aroma en cada partícula de mi ser, recordando los pecados que un día nos consumieron.